Érase una vez una entrañable mujer que nunca había salido de su pueblo natal. Uno de esos pueblos en los que la esperanza entra en las casas de sus habitantes a través de un transistor o de un televisor, porque las carreteras están demasiado jodidas. Un pueblo en el que los sueños los dibuja la voz de un locutor y los ilumina esa pequeña pantalla que les muestra a gente que para ganar dinero no tiene que levantarse pronto, ni sentir al acostarse que la única vía es el sacrificio.
Érase una vez una entrañable y decidida mujer que un buen día se preguntó: ¿Y porqué no yo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario